Ha pasado más de un siglo desde que Lenin escribió, en Zurich,
entre enero y junio de 1916, su célebre obra:
El Imperialismo, fase superior del capitalismo,
editado por vez primera a mediados de 1917.
Sin la aportación leninista es imposible entender muchos de los problemas y amenazas que enfrenta la humanidad, entre ellos, el problema de la guerra.
El imperialismo, fase superior del capitalismo.
En nuestros días, por múltiples causas que exceden el objeto de éste breve artículo, son muchos quienes confunden el imperialismo
con una política exterior agresiva de determinadas potencias,
especialmente de los Estados Unidos. Esta posición parte de un grave
error, al separar la política de la base económica.
El imperialismo o capitalismo monopolista es una fase del capitalismo.
Es su fase actual, su fase superior y última.Y, como tal fase, está caracterizada
por una serie de rasgos fundamentales que, para Lenin, son los siguientes:
La concentración de la producción y del capital llega hasta un grado tan elevado de desarrollo, que crea los monopolios, los cuales desempeñan un papel decisivo en la vida económica.
La fusión del capital bancario con el industrial y la creación, en el terreno de este “capital financiero”, de la oligarquía financiera.
La exportación de capitales, a diferencia de la exportación de mercancías, adquiere una importancia particularmente grande.
Se forman asociaciones internacionales monopolistas de capitalistas, las cuales se reparten el mundo.
Ha terminado el reparto territorial del mundo entre las potencias capitalistas más importantes.
El reparto del mundo entre las grandes potencias.
Como se desprende de estos rasgos, en el análisis leninista se otorga una importancia crucial al reparto del mundo entre las potencias capitalistas.
Y, efectivamente, ese reparto se lleva a cabo a través de una determinada política exterior.
Pero no de una política exterior separada del resto de rasgos imperialistas, sino consecuencia, precisamente, de los mismos.
En palabras de Lenin, los capitalistas no se reparten el mundo,
llevados de una particular perversidad, sino porque el grado de
concentración a que se ha llegado les obliga a seguir ese camino para
obtener beneficios; y se los reparten “según el capital”, “según la fuerza”, pues en el sistema de producción capitalista otro procedimiento de reparto es imposible.
En el momento en que Lenin escribe el Imperialismo, el mundo se halla plenamente repartido.
Por tanto, al igual que en nuestros días, sólo cabían ya nuevos
repartos “según la fuerza”, tal y como sucedió durante la I Guerra
Mundial.
Como señalaba el dirigente comunista:
¡Son ya
más de cien los cárteles internacionales que dominan todo el mercado
mundial y se lo reparten “amigablemente”, mientras que la guerra no lo
reparta de nuevo!
Contrarrevolución, crisis capitalista y guerra.
Y, obviamente, desde entonces, hubo nuevos repartos.
Tras el triunfo de la contrarrevolución en la Unión Soviética, y en la
mayor parte de los países socialistas, el imperialismo dejó de contar
con el muro de contención que durante décadas representó el poder
obrero.
Ese desarrollo “libre” del capitalismo monopolista pronto puso en evidencia el peso de las contradicciones interimperialistas.
Las diferentes potencias se lanzaron de lleno a un nuevo reparto del
mundo y la guerra imperialista se manifestó como continuación, por
medios violentos, de la política imperialista.
Las guerras de Irak, Yugoslavia, Afganistán, Libia, Siria etc., nos ofrecen algunos ejemplos de la relación directa entre la política imperialista y la guerra.
El grado de agotamiento de la formación capitalista, en su fase
imperialista de desarrollo, ha sido confirmado por la crisis capitalista
iniciada a finales de 2007.
Las dificultades que se
encuentran las clases dominantes para superar la crisis no hacen más que
intensificar las contradicciones entre las diferentes potencias,
insertas, de lleno, en nuevo reparto del mundo.
El próximo mes se celebra el 99 Aniversario de Revolución de Octubre de 1917 en Rusia.
Se trata de un buen momento para aprender de la historia, para retomar las enseñanzas bolcheviques
sobre la relación entre guerra y revolución, para reafirmar que la
clase obrera no debe colocarse detrás de ninguna burguesía, sino tomar
el futuro en sus manos y avanzar, al frente del pueblo, al derrocamiento
del imperialismo, en todas sus manifestaciones y en todos los países.
¡Proletarios de todos los países, uníos!
jueves, 27 de octubre de 2016
La guerra mundial
3:23 a.m.
No comments
Suscribirse a:
Comentarios de la entrada (Atom)
0 comentarios:
Publicar un comentario